A y B (borrador)

Pasado el tiempo, después de andar errante entre caminos, algunas veces planos y suaves, otros, en pendiente y ásperos, llegó “A” casi por tropiezo, a un lugar nuevo donde dentro de una jaula entreabierta se encontró con “B”.

“B” era de la misma especie, solo que su apariencia, quizás por las miradas del pasado, o probablemente por el enrejado que le rodeaba, se le miraba algunas veces vacilante e indeciso y su cuerpo se tornaba un poco diferente por las tardes.

“A” y “B” al principio fueron un poco tímidos, cada uno llevaba un cierto peso que en la espalda se sujetaba; sin embargo, conforme los días fueron pasando, ambos fueron liberando las amarras y pasaban largas horas tanto en las mañanas como por las tardes.A” se fue llenando de juegos y alegrías, venía de largos caminos y volvía a descubrir el espacio, los aromas, inclusive el canto de los pájaros le fueron orquestando las pisadas; “B” por su lado, también se le veía más alegre, pero, por alguna razón que no comprendía “A”, le costaba mucho salir de su encierro, y no porque estuviera con candado, sino porque parecía que le daba miedo. En los pequeños momentos en los que se decidía, al principio “B” salía valeroso, pero al poco rato, éste se ponía un poco preocupado y corría en busca de su abrigo enrejado. “A” le decía – vamos “B” a correr por los campos, a jugar en el agua, ven mira, que ya anochece y las estrellas empiezan a mostrarse – pero “B”, no sabía cómo hacerlo, por demás está decir que lo deseaba con toda su alma, pero el abrigo de acero siempre estaba ahí, lo portaba, aunque no se notara.

“A” no se preocupaba, y esperaba paciente que “B” algún día lograse dejar atrás esas cadenas invisibles que le detenían; “B” por su parte le llamaba cuando “A” se alejaba. “B” quería la compañía, los juegos, las sonrisas; pero, no sabía cómo liberarse de su espacio, allí estaba seguro, la comida a hora segura llegaría; aunque por las noches con sus ojos cerrados se le miraba una sonrisa, sueños de vuelos, carreras, juegos a la par de “A” eran sus horas nocturnas, aunque al despertar no supiera expresarlo.

Algún día “A” intentó acercarse a la jaula de “B”, pero era tan pequeña, por más que hubieran querido no había manera de que ambos compartieran ese diminuto lugar, eso, unido a que “A” buscaba desde hacía unas semanas ir camino arriba, atravesar unas nuevas montañas que le eran desconocidas, donde se veía a la distancia un árbol inmenso lleno de flores de muchos colores, y él quería dar brincos entre las ramas, acostarse en una cama llena de las flores coloridas de ése árbol.

“B” se armó de valor para ir junto a “A” en busca de ése árbol, caminó varios pasos hasta que, corriendo agitado se devolvió a su espacio, le decía a “A” – no puedo lograrlo, no sé cómo hacerlo, me da miedo que, a la distancia, vaya a ocurrir algo malo, “A” quédate a mi lado – “A”, algo confundido caminó de vuelta junto a “B”, pasó varias noches muy alegres conversando y soñando.

“B” quizás por temor, o por culpa, o porque simplemente no pudo más, fue sin saberlo, cambiando; se empezó a esconder en el silencio, “A” se sentía confundido ¿Cómo debía interpretarlo? ¿Cómo iba a entender que el color fuese azul en la mañana y café por la tarde? Al mirar a “B” le veía diferente, desconocido, hasta al escucharle en sus palabras se sentía ajeno, sabes cuánto vales en un gesto, en una respuesta, aunque no sean con ningún mal expresadas; el sentido de las cosas se esconde en lo diminuto, en la expresión, en la simplicidad del mensaje. “A” cayo en tristeza y confusión, la no correspondencia es un hervidero cruel de una realidad inevitablemente necesaria para darnos cuenta de que hay que seguir adelante, a pesar de ese veneno hiriente que nos hace retorcernos. Un día “A” no pudo más que despedirse; “A” amaba a “B” y “B” también le amaba, ellos se habían amado, sin embargo, uno en busca de su árbol floreado y el otro… el otro no podía lograrlo.

Un día silencioso, “A” desapareció, le vieron caminando muy lentamente hacia la montaña y su árbol floreado, algunos que le vieron marcharse, le vieron oliendo flores, escuchando atentamente el canto de los pájaros, sin embargo, de instante en instante en sus mejillas una lágrima se abría paso.

Dicen que “B” de vez en cuando mira a la distancia, con una mirada ajena y pasca, algunos dicen que en sus recuerdos lleva a “A” con un cariño auténtico, otros, que “B” es el mismo, que la distancia arregló todo; otros comentan que detrás del enrejado, algunas noches se escuchan algunos ruidos en las paredes, como si alguien quisiera romper algo.

DalSadri 2020