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Bien sabe el alma
que Dios es una madre,
su sombra es fértil,
y tiene forma de nido.
Su brazo es de fuego,
su mirada amplia, frutal, empapada
de niños, de flores, tierras sin ventanas.
Habita en las camas, juega descalzo,
vocea cometas en noches de cosecha.
Bien sabe el alma
que Dios es una madre,
que con sus labios nos limpia la piel,
que no lleva un disparo escondido en la
espalda.
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