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A los que han elevado las voces del poeta,
del campesino,
las madres, los niños, carpinteros,
profetas.
A los pies que columnas forjaron
en las tempestades.
Aquellos pies desnudos, finalmente morenos
de soles y tierra.
A los pies que han sido fortaleza para el
gemido
de la libertad en su boca de plomo.
A los pie que aunque delgados y débiles,
subieron la voz, inventaron el canto;
los mismos que madrugaron la distancia y
se
han erguido de coraje ante el abuso y la
mentira.
A los pies que llevan rocas pesadas de
mañana
y siguen silbando, corriendo, jugando.
Benditos los pies verdugos del concreto,
creadores de camino hacia lo alto de los
gorriones en danza.
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