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Tenemos el deber de limpiar la casa,
tomar la angustia y hundirla en sacos,
tomarla del cuello, llevarla al desierto,
sentamos en serenas florestas de abrazos.
Tenemos el deber de colgar el miedo,
limpiar la semilla caída,
herir la soledad con carne de vida,
plantar nuestras raíces en estas caricias.
Tenemos el deber de retoñar el nacimiento,
de llevar sobre los hombros de amplio
firmamento
las fiestas, el arado, los milagros.
Tenemos el deber de encender las lámparas,
iluminar el cuerpo, empuñar el rocío,
verter la muerte en un rio, dejarle
flores, darle la espalda,
esculpir nuevos caminos a las cúspides del
hombre.
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