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Duende

Me tomó como quien roba un minuto,

sigiloso pero ligero caminó entre todas las razas,

en busca de la joya de siempre,

la que nunca he visto, por los humos coquetos

e incoherentes de ellos conmigo.

 

Me tomó, y casi no habló, para no perder la cuenta

de los cantos y grillos, que alineaban el brillo

de la luna con las sombras de los sueños,

así escalando cruces, esquivando injurias,

escondiéndonos de truenos hipócritas de lluvias amenazantes.

 

Dijo murmurando vientos los paisajes

del tiempo, recito las ofrendas del bosque

a los mares, fuegos, lámparas, volcanes, sillas, silencios.

 

Se detuvo y soltó mi mano, del retoño,

saco una llave, abrió al fin las flores,

y desnudo me dejo entre pétalos

de espejo, y ahora soy yo, mirándome

libre entre palabras y verbos.