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Aun después de tanto ruido,
de pedradas habitando la noche,
luego del sufrido espanto que nos surge
del vientre, y se adueña de la sabia.
Aun herido por espada de carne de llanto,
escondido debajo de nosotros, cuerpo adentro;
hay pequeñas flores que le vierten
coronas de papel, que le limpian su mirada.
Sin saberlo, va creciendo, vuela, sube,
va pintando en nuestras paredes sueños,
nos moldea el árbol, las montañas, el anhelo parido en las entrañas.
Surca suavemente batallas,
rompe cadenas encamadas, y un día
nos surge por los labios en un grito llamado libertad.
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