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Salvador

Las telas de araña enrojecieron las manos del carpintero,

su martillo de esperanza percudió de polvo el ojo

que transitaba en tu ventana; cayeron del techo

gotas temblorosas con rostros de inviernos pasados.

 

Algunas sombras se escondieron de la infancia

que anda suelta en este cuarto; juega el aserrín

que se empluma en las tardes frías de tus años.

 

Caíste sobre el pozo, y has pringado de ternura lo azul

de mis pies sobre la grama, que abraza fuertemente

mis dedos enraizados en esta tierra; y me cultivaste

en estos campos, y abonaste con estrellas

de figuras vacilantes, observaste cabalgar la muerte

sobre mis cabellos entristecidos; pero tu sangre

se levanta sobre el campo, grita fuerte, grita aguas blancas.