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Del Corazón del Hombre
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I
Debajo de esta piel, de este barro,
cautelosamente escondido del viento,
vive el corazón del hombre.
Con la inmensidad del párpado
emerge, sopla silenciosas luces
y se vuelve a esconder;
nunca se le mira su rostro,
pero deja huellas sobre las estrellas,
que anidan lámparas y abrazos.
Es náufrago el corazón del hombre,
en estos brazos,
en la mirada,
en esta sonrisa;
a veces duerme debajo de las palmas.
Vuela hueso adentro,
parte el miedo en mitad de la esperanza,
abraza fuerte,
de su garganta salen milagros,
y salen siluetas encarnadas
en la corteza del alma.
Pero el corazón del hombre, también clama,
clama casa, abuelos,
clama niños, madres;
en noches oscuras,
cuando escuchamos lamentos,
es nuestro corazón llorando
debajo de la cama.
Que te pasa corazón con piel de santo?
Temes morir en esta piel,
sobre tus cantos?
Lo hemos encerrado, oprimido,
le llenamos los sueños de cruces amargas,
vamos hundiéndole entre nubes y niebla.
Veo corno se abrazan
sobre nuestra sangre derramada;
la lluvia cae en todo el valle
pero que seca, que agria.
II
Te sacaste el amor en forma de pétalo,
derrumbaste templos,
cosechaste medicina para el alma,
pero después de tantos siglos tu nombre esta sangrando.
Se han vuelto a levantar los templos,
sus columnas son de huesos de niños y ancianos,
y sus paredes de pieles esclavas.
Mi casa esta abierta hace tanto tiempo,
ya he servido la mesa para tu regreso.
Se que vendrás a castigar
cada mentira dentro del abrazo,
al pan que no ha venido,
a los que hablaron de pobreza
y vuelven la cara a su vecino.
Vendrás a limpiar
cada cuarto,
cada cama;
vendrás y estará la puerta abierta,
la cena servida.
Seguiremos esperando
la mariposa que nos
limpiará los ojos, la garganta.
III
Somos el hombre,
somos de adentro del vientre;
el mismo hombre que le dio vida a los dioses,
el mismo, que ambula ciervo, calla, obedece.
Somos más que este duro traje que llevamos,
ni siquiera el tiempo vence el alma del hombre;
somos, siempre somos.
En las venas nos corre arcilla
forjadora de cometas,
debajo de la huella esta el cosmos.
Cuando comenzamos a surgir,
no sentimos las piedras en nuestros pies,
porque somos libres, porque estamos volando,
y superamos el duro crujido, las cadenas.
Nacemos dentro de un fósil,
angosto y duro,
nos sujeta,
nos lleva a las sombras;
nacemos dentro de un fósil,
porque en fósiles nos hacen nacer,
pero el corazón del hombre se crece,
estalla en la mitad del ala,
y rompe la piedra, la convierte en polen.
IV
Ya he visto la ira fundiendo al cielo,
roncando batallas para libertar los pensamientos.
Porqué te resistes aun sabiendo de los frutos?
Sofía ha entregado sus hijos al mundo,
y los ve morir sobre barriles y nieblas.
Has de tomar sus palmas y hundirlas en el norte,
purificarle el nido sobre las entrañas,
y jamás, callar el viento que grita humano.
Pobre del hombre que camina nublado y sin ofrendas!
Ya se ha visto la ira fundiendo al cielo,
y juegos de dioses
en las faldas del mundo,
las pisadas del ala
que agitan la mañana.
Cada día oigo el pájaro despertar mi ventana,
pero cuando corro a verlo, solo miro un ala
cortando pozos;
miro dentro del canto,
me confiesa que del barro
que he crecido, he nacido sabio,
y por eso voy naufragando,
y hay muchas ventanas que nunca he mirado.
Soy yo, que estoy saliendo de mí,
lo se porque me veo al lado,
me oigo reír, llorar,
vivo dentro de mí,
juego conmigo,
duermo junto a mí;
y sin embargo hay días
en que me desprecio y me callo.
Son esos días que no puedo
mirarme ni tocarme,
y mi corazón se esconde,
corazón de hombre que no entiende.
V
Cada vez que la luz
se aparta de las montañas.
nos llevamos los escombros,
huimos de las frases amontonadas;
porque cada vez que la luz
se marcha, nosotros mismos
nos perseguimos, nos damos rabia.
Se abre desde el fondo de la oscuridad,
la justicia en nuestras palmas,
y se nos van juntando los muertos,
sus huesos, sus miradas
que dejamos esparcidas
sobre un silencio que reencarna.
Para el día que viene llegando
tendremos el silencio debajo del labio,
porque el nos conoce,
sabe que por las noches
enmudecemos las ventanas;
él sabe las tristezas
que a nuestras sabanas manchan,
pero también sabe
que estamos naciendo
muy dentro del hueso.
Estamos agigantando el canto
en mitad del polen,
con cada paso nuestro
dejamos huellas que transfiguran
las almas, y las lleva a mirar la mañana.
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