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Resurge mujer
No es solo un canto clandestino,
amargo,
una copa de hiel,
veneno sigiloso
en nuestras manos arraigada;
es también un reclamo,
una voz confundida levantando el vuelo
buscando iracunda la rebelión,
el despertar,
convocando el resurgimiento,
resucita,
resucita.

Te siento esclava,
objeto terrestre aunque no lo sepas,
te siento vencida
entre las brasas del desierto,
desconocida,
ajena,
humillada,
aunque no lo sepas;
sujetada,
marioneta blonda
entretejida en las costillas,
sumisa de calumnias convencida,
distante,
ebria,
aunque no lo sepas.

Estas a mi lado,
atada,
asegurando el camino
forjado con cartones
y figuras pintadas,
paredes con algodones
que resguardan cuchillas,
grama puntiaguda
que después de tantos siglos
no recuerdas como maltrata;
no recuerdas la llaga
que se fue creciendo
sobre tu cuerpo calcinado
que transita en la bruma
de follajes sombríos
que desde lejos
el marionetero te hizo llenar el pecho,
y aun continuas en los mismos senderos.

¿Por qué si tus ventanas
se desprenden en polen estelar,
se muestran sinceras y acaparantes,
no te permiten mirar por encima de los letreros,
se convierten en verdades ascuas?

¿Por qué la vena desprendida
que arrastras y que usan como cuerda
para sujetarte
y como látigo no te duele,
y quedas insurrecta a medias?

¿Te habrán vencido?
¿Te habrán domesticado?
¿Te habrán anestesiado las ganas?
¿Te habrán ensordecido los abucheos
que hacen guardia por la noches?

Miro tu cuerpo
y se que en tus cordilleras
se esconden las cabañas de los dioses,
las gigantescas explosiones
dadoras de esa chispa
que acaba con el silencio
y la calma;
que de tu cuerpo
la vida se desprende;
en tus caderas
se alberga la esencia
del inicio que no ocupa ser explicado;
de tu seno
la fluyente maravilla
de las crecidas manos en que me he convertido,
cantaros de sueños,
tinajas de madrigales,
abono de nuestra infancia
de vos arrancada
desde el vibrar doloroso
de tus entrañas dispuestas
a darme esta luz que me regalaste;
miro tu vientre,
campo donde convergen
todas las cardinalidades,
la espesura de la marea
omnipresente al desnudarse,
campo de mil batallas,
cuna,
centro,
caricia nuevemesina,
sustento de mi alimento,
albergue creciente y silencioso,
milagro;
miro tu intimo secreto,
derrochando su fuerza,
la llave al placer
que retumba al abrirse
entre los cielos rotos en alas doradas,
la hondura con su estalacmita,
su obelisco dispuesto,
el punto donde el tiempo se sienta
y reposa
mientras la tierra se contrae
y presiona con fuerza
contra mi tierra;
miro tu gesto de madre,
tu incontenible musgo
que reposa en espera de nuestros frutos,
la cosecha de tu germinante amor
antepuesto a la vida misma,
tu carroza de esperanzas
desprendidas en tu lecho
como pétalos juguetones
alrededor de mis mejillas.

¿Por qué con todo eso, sigues siendo esclava?
¿Qué cadena vítrea
te sostiene del tobillo
y vos no logras descifrar el acertijo?

Debemos acabar con tu enemigo,
sacarle la vida de un golpe,
descubrirlo de su escondite cobarde,
humillarle en las calles grises que le componen,
que su impotencia sea su senda y condena,
confinarlo a la tortura
del vacío de ser solo
un mendigo exhibido en un estante.

Debemos acabar con tu enemigo,
desterrarlo,
romperlo contra las cadenas
con las que sujeta tus brazos,
enmudecerlo,
atarlo,
segarlo.

Ya no quiero el viento manchado
de voces agresoras,
arpías invisibles con hacha en mano.

Ya no quiero tu cuerpo
Titilante y cóncavo
teñido en morado y verde,
convertido en cráteres desgarrados.

Ya no quiero ver tu templo
tendido en el suelo,
con sus piedras desprendidas
y derramadas en la calle gris
que cuelga en las espaldas de los negantes.

Ya no quiero ver tu sangre adolorida,
atropellada,
sometida,
recorriendo tus labios,
tus brazos,
tu estomago.

Ya no quiero la mirada aterrada,
aprisionada
que intentas ocultar en un cofre perfumado
que limpias cada día
para que no se noten las marcas de tu llanto.

Ya no quiero la mentira de tu alma
acorralada entre tu sed
y tu enemigo,
entre el dolor
y el canto.

Sepulta esa espina colorida subversiva
que de beber amargo
has tenido toda tu vida,
arráncate del pecho
aunque duela
el molusco hiriente
que se sujeta con sus garras afiladas,
no permitas que el hilo
que te sujeta en esa vereda inventada
sea mas tu umbilical destino.

Me encantas cuando retornas a ser lo que eras,
cuando te decides a acaparar el viento
y detienes la luz para que te bañe el cuerpo,
me encantas porque me completas,
me forjas,
me encantan tus diferencias,
me encanta cuando sos poeta,
cuando creas,
cuando inventas,
cuando decides desprendiéndote las vendas,
cuando tu paso escoge el paso,
cuando tu paso escoge el camino,
cuando tu paso escoge como calzado
el pie descalzo
funcionándose con el humus de tu tierra,
la que ha sido tuya desde siempre,
la que no recuerdas después de tantos siglos,
pero llevas el olor entrelazado en tu piel
y la semilla escondida en tu vientre.

Pongo mi piel desprendida de la tuya
a favor de tu lucha,
pongo mi grito forjado por tu grito
a favor de tu lucha,
atrinchérate en mis huesos,
cúbrete del frío con mi piel,
toma mi aliento para que acompañe tu grito,
derrama mi sangre de ser necesario
pero nace mujer,
nuevamente,
se la mujer eterna,
se simplemente mujer,
la madre,
la compañera,
la esencia,
la guía,
la pradera,
el oleaje del mar,
el sustento de la tierra.

Resurge.